lunes, 21 de marzo de 2011

más vivir que dar vida

Erase una vez un señor vestido de tres rallas, sucio, bastardo y mentiroso. Tiene larga historia su vida, cientos de años han pasado desde que le vieron nacer por primera vez, lo menos dos mil, mas luego volvió a nacer sobre bandera pueblerina, llena de sentimiento de libertad. Luego, ansia de poder dominó al hombre siempre corrupto, defendiendo a todas y cada una de sus células por igual, mentira, hacía lo que fuese para vivir un año más: se llegó a comer un brazo, incluso un ojo, pero no sintió dolor, se curó. Ahora anda manco y tuerto, sin contar los benignos y malignos tumores que lo atormentaron y le atormentarán, porque no aprende que ha de ir al médico, le acusan de cabezón. En vez de prevenir le gusta frotar el mal con más mal, más tarde se arrepiente y se duerme, y luego no sabe si lo ha soñado o lo ha vivido.
Pocas serán las veces que no luche contra un tumor maligno, le aflige a base de pastillas y duros tratamientos hasta que se modifica, o se erradica. Contadas serán las veces que luche contra uno benigno, por qué hubiera de hacerlo, no hace ningún mal, solo explota una parte de él, la aniquila como  si se tratara de una cucaracha, pero no le afecta directamente, así que, "a pastar". Qué más darán unas pocas células si se procrean rápidamente, no son nada más que míseros peones en una partida en la cual el adversario ya los convirtió todos en damas, no merece la pena luchar por eso, ya vendrán mejores, y si no "a pastar". Malo será el caso en que el benigno sea maligno, las células de su cuerpo no olvidan, sabias y perras como el viejo, saben que han de hacer para matar al fiel amo que las quiso como aliadas ignoradas e insultadas. Querrá luchar, sacará su bote de pastillas, pagará el mejor médico del mundo, pero, justicia llama a la puerta y dice: "¡Hola campeón! Bienvenido al mundo real".